Conocido el triunfo de María Corina Machado se procedió al proceso de inscripción como candidata a las elecciones presidenciales.
Una inhabilitación por parte del Tribunal Supremo de Justicia impide su postulación, por lo que comienzan las discusiones internas para la designación de un candidato sustituto.
Cuando se decide que la profesora universitaria Corina Yoris será la encargada, inexplicablemente la página del Consejo Nacional Electoral deja de funcionar para esa candidatura específica, pues los otros postulantes sí logran inscribirse.
Esa misma noche, antes de que termine el plazo de inscripción, es postulado Edmundo González Urrutia como “candidato tapa”, es decir, una suerte de cuidapuesto, mientras se negocia la inscripción de Yoris. Ante la negativa del gobierno, González Urrutia, quien había sido presidente de la Mesa de la Unidad Democrática años atrás, se convierte en el candidato oficial. La imposibilidad de inscribirse como candidatas no solo vulnera los derechos de Machado y Yoris, sino que representan un asalto en contra de las reivindicaciones que alcanzaron las mujeres en 1946: las de participación y representación política. Vale destacar que en las elecciones todos los candidatos fueron hombres.
Superado estos primeros obstáculos, la ciudadanía continuó movilizándose y estando alerta frente a las siguientes arremetidas e intrigas promovidas por el gobierno. Los periodistas estuvieron atentos ante cualquier novedad y publicaban informaciones que terminaban desmantelando los planes por desestabilizar o sabotear la unidad opositora.
El partido Un Nuevo Tiempo, quien había logrado inscribir a Manuel Rosales como candidato, es el foco de las críticas, por lo cual se pauta una reunión entre el liderazgo opositor surgido de las primarias, es decir, Maria Corina Machado, con el candidato Rosales. De esa reunión, surge el respaldo de UNT a Gonzalez Urrutia y se fortalece la unidad de la oposición. Ahora, el siguiente paso era la campaña presidencial.
La campaña de la oposición se desplegó por todo el territorio. María Corina Machado era recibida por miles de ciudadanos en las ciudades y pueblos más recónditos del país. El gobierno impedía el acceso por las vías tradicionales y la dirigencia tenía que tomar alternativas, como trasladarse en curiaras por el río Apure o caminar por la autopista regional del centro para llegar a La Victoria. El cierre se hizo en Caracas, como ha sido habitual en la historia venezolana.
La gente estaba clara: el domingo 28 de julio, había que salir a votar temprano, pero además, había que defender el voto, por lo que el ecosistema de organizaciones de la sociedad civil, partidos políticos y movimientos vecinales se enfocaron en ello.
Y así lo hicieron: como nunca antes en otra elección en Venezuela, desde la medianoche del domingo 28 de julio, las personas hacían grandes colas para votar, lo cual dejó en evidencia, desde temprano, que la tendencia favorecía a la oposición.
Cuando cae la noche del domingo, no son pocos los videos de la gente celebrando fuera de sus centros electorales la victoria de Edmundo González Urrutia. Mientras tanto, puertas adentro, el equipo de María Corina Machado procesaba cada una de las copias de las actas emitidas en las máquinas de votación, que valientemente la ciudadanía recopiló a través de los miembros de mesa, testigos electorales, activistas de partidos y la ciudadanía organizada en sus comunidades. Sin duda una victoria ciudadana nunca antes vista en la historia del país.
Dichas actas electorales no solo cumplía con las expectativas de los venezolanos y venezolanas, sino que comprobaba el triunfo en caso de un eventual fraude dentro del Consejo Nacional Electoral. Todo esto se logró gracias a la articulación y formación de la ciudadanía, con el interés de involucrarse en el proceso electoral, hasta en el mínimo detalle.
Pasada la medianoche del lunes, se emitía un primer boletín de resultados, en el que se le concede la victoria a Nicolás Maduro, sin ningún tipo de actas o resultado desglosado por centros de votación que los demostrara, el segundo boletín fue emitido cinco días después del proceso electoral sin el acostumbrado desglose por estado, municipio y centros electorales.
Se hablaba de un hackeo hecho en Macedonia del Norte que impidió la transmisión completa. La primera reacción social fue un silencio absoluto. Todo el mundo parecía estar atento a las redes sociales. Aquello era la calma que precede a la tempestad, pues en las horas venideras las calles se abarrotaron de protestas espontáneas en contra del robo de la elección. Fue entonces cuando el gobierno de Maduro enseñó su peor rostro: el de la represión, la persecución, el hostigamiento y detención de quienes salían a las calles a reclamar.
Muchos ciudadanos que participaron como miembros de mesa, testigos electorales y que colaboraron en el proceso electoral tuvieron que esconderse y otros salir exiliados por la violación a los derechos más fundamentales; sin dejar de mencionar a líderes políticos que también se vieron afectados por el proceso, entre ellos el candidato Edmundo González Urrutia, quien también por su seguridad salió exiliado del país.
Desde la clandestinidad, el liderazgo se mueve y se sigue articulando para abonar a la conquista democrática en Venezuela.